Cuando era niña, era un terremoto en el dentista, les tenía mucho miedo y me causaba mucha ansiedad. A los 6 años tuve una experiencia muy agradable con un Doctor que me ayudo a controlar mis temores y aprendí a que todo estaba bien si yo estaba tranquila. Desde ese momento supe que yo quería ser Odontopediatra y ayudar a otros chic@s que al igual que yo les asustaba todo lo que hay en un consultorio dental y el no saber que va a pasar. Afortunadamente, siempre me ha encantado trabajar con niñ@s, Dios me ha dado el don de la paciencia y un buen canal de comunicación con ell@s, lo que nos facilita mucho nuestra labor. Es por ello que les enseño como funciona todo en el consultorio, para qué sirven los instrumentos y materiales que usamos y les prestamos un espejito para que vean que les hacemos en su boca. Todas estas técnicas le hacen sentir al paciente que tienen control de la situación y así, pierden el miedo. Y mejor aún, se interesan por cuidar su higiene bucal y prevenir enfermedades buco-dentales. Los pacientes con discapacidad son un hermoso reto, por eso durante mi época de docente me propuse que todos mis estudiantes aprendieran sobre los diferentes tipos de discapacidades, sus implicaciones a nivel bucodental y que protocolo de atención debían desarrollar para su correcto manejo. Ha sido muy gratificante ver como mis estudiantes, hoy ya colegas, aprendieron a tratar a estos pacientes de una forma muy humana, sin temor y sin la necesidad de tenerlos que dormir bajo anestesia general para su tratamiento. Por lo que considero que todo es posible cuando se tiene amor por lo que se hace.